Los pies caminaron juntos para espantar el miedo y el frio de la noche. El día llegó cansado de búsquedas. Los
pies llevaban tiempo sin encontrar la paz y el sosiego. Un día les
dolía un dedo, al siguiente una uña o simplemente la planta se resentía a
tal punto que no podian avanzar. Decidieron salir a buscar -hasta
encontrar- la paz extraviada. Un día muy temprano cuando las horas aún
no despertaban un pie se acercó al otro y comenzo a masajear sus dedos
con tanta dulzura que el otro pie le devolvió las caricias. Juntos se
abrazaron y sintieron que la aurora les sonreia y que la busqueda había
desaparecido: necesitaban un cálido masaje y ya lo habian encontrado.